…(en España)…

En España, la crisis ha adquirido un perfil propio debido a la estructura productiva que se había consolidado en los últimos tres lustros, con la construcción como motor y como componente del «tridente» del empleo junto con los servicios de proximidad y la hostelería. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria puso en evidencia la fragilidad del conjunto. Todo ello se ha traducido en un impacto brutal en las cifras de desempleo (1.000.000 más de parados en el año 2008 ) y una distribución territorial del paro en buena parte novedosa, incidiendo en aquellas zonas que habían experimentado fuertes crecimientos demográficos, (en gran parte por la inmigración extranjera) a remolque de los sectores citados. Basta con ver las cifras provinciales de paro en diciembre de 2008 -pág. 36 del informe del Ministerio– y cómo la provincia de Castellón lidera de forma destacada, con más de un 115% entre diciembre de 2007 y de 2008, el crecimiento del paro, o Guadalajara, la segunda, con más de un 86%.

Se ha puesto de manifiesto, por tanto, que una vez más no hemos sido capaces de aprovechar los años de bonanza para ajustar el sistema productivo a los nuevos tiempos, y en esta ocasión no se puede achacar a que no haya habido tiempo para ello. De este modo, ha habido que recurrir de nuevo a las medidas paliativas, como reacción una vez la crisis ha dado ya su golpe, cuando llevamos tantos años, especialmente desde el ámbito del desarrollo local, predicando la conveniencia de la anticipación y la prevención. Tal es el caso del Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo, cuya medida más notoria ha sido el Fondo Estatal de Inversión Local de 8.000 millones de euros.

La gran cuestión a resolver es si dado el perfil mayoritario del desempleo, existen otro tipo de alternativas para devolver a estas personas al mercado de trabajo. Hay que recordar que uno de los ámbitos en los que a priori coinciden potencial de creación de empleo y atención a necesidades reales es el de los servicios a las personas, y que precisamente los ayuntamientos vienen reclamando mayores recursos para poder aplicar la Ley de la Dependencia (para cuya aplicación se han presupuestado alrededor de 2.000 millones de euros para 2009). Ahora bien, no parece que vaya a resultar sencillo promover una transición de los desempleados de la construcción hacia este otro sector, de manera que se necesitarán otras alternativas.

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Ampliando un análisis reciente aparecido en el suplemento Ciberpaís de El País, en los últimos 40 años la economía española ha transitado del mocho (manufacturándolo, junto con otros bienes básicos, y usándolo -en buena medida fuera de nuestro país) al tocho como motores económicos. Paralelamente, hemos vivido un largo tramo de este período del turismo de calimocho, algo que parece que ha empezado a cambiar progresivamente desde hace una década. Y, finalmente, no es poca la gente que ha vivido del tocomocho (y esto, lamentablemente, quizás tarde bastante más en cambiar). ¿Seremos capaces de encontrar un nuevo motor?.

Las propuestas de futuro, siguiendo de nuevo con el análisis citado, se encaminan hacia las actividades relacionadas con la sostenibilidad, la tecnología (especialmente la relacionada con el desarrollo de los teléfonos móviles y sus aplicaciones) y la salud. La primera y la tercera parecen más compatibles con los potenciales de nuestro país. A ello habrá que añadir nuestra buena disposición para la buena vida y el hedonismo, algo que según autores como Lipovetsky ya marca, y marcará más en el futuro, las tendencias del consumo. Y finalmente, habrá que volver a revisar los planteamientos que Rifkin presentaba en los años 90 sobre la irrupción de formas de prestación de servicios en cierta medida alternativas al mercado porque, pese a las críticas recibidas en los últimos años, otros autores, como Gaggi y Narduzzi, los han renovado. Finalmente, y en línea con esto último, cabe añadir las propuestas de modelos alternativos para relocalizar las economías.

Sea cual sea la senda a emprender, pocos dudan ya de la gran importancia que la configuración de unas economías locales fuertes es uno de los mejores antídotos contra las crisis, a la vez que sólo una combinación eficaz de medidas globales, estatales y locales nos facilitará la salida de esta situación. En el próximo post plantearé algunas cuestiones que pueden ser de aplicación en el marco del desarrollo local.

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